martes, 25 de agosto de 2009

miércoles, 19 de agosto de 2009

Una noche en Tucumán

Llegamos a Tucumán luego de 18 hs de viaje. Por la peatonal Muñecas, una banda de 6 chicos y dos adultos, tocaban murga, milonga y candombe a la gorra. Al finalizar el tema “Negro josé”, se presentan como miembros de un comedor que se ubica a los alrededores del centro y nos comentaron que con el dinero que juntan cada día a través de la música, comen 22 pibes de la calle. Hacia la noche nos dirigimos a uno de los lugares más renombrados del norte, la peña “El Alto de la lechuza”, ubicada en Marco Avellaneda y 24 de Septiembre, punto céntrico de San Miguel de Tucumán. Según sus protagonistas la más antigua del país. Allí nos encontramos con la presentación de Los Wilkas. Con la presencia del compositor Flavio Cruz y la cantautora Analía Suárez, quién recién llegada de Brasil, presentó su disco “La zamba es tucumana”. Analía Suárez teloneó con zambas a Los Wilkas. Éste último es un trio tucumano de folklore joven integrado por Martín Zalaya en voz y guitarra; José Naranjo en primera guitarra y Nacho Gutierrez en batería. Con un público expectante comenzaron la fecha tocando un gato de Rubén Cruz y Néstor Soria, llamado “El inspira’o”. De los mismos autores continuaron con un Huayno Vallisto descriptivo de la idiosincrasia norteña llamado “Anda y dile a tu mama”. Luego de dar una cálida bienvenida al público que también mostró gran aceptación; Martín Zelaya, voz y guitarra de la banda, dijo: “el candombe que sigue, lo vamos a hacer en agradecimiento a su autor, Flavio Cruz que nos gratifica con su presencia ésta noche”. Así comenzó “Hay que esperar”, tema que con su alegría animó a los bailarines a correr las mesitas que ocupaban el espacio. Como ya estaba el ambiente para librarla. Se vino la chacarera de Atahualpa Yupanqui, conocida como “La Olvidada”. Siguieron con dos temas propios, una chacarera llamada “De los valles” y una “Zamba libre”, como la denominó el guitarrista José Naranjo. Además interpretaron el Huayno “Soy de la puna”, del jujeño Máximo Puma, “Con el mismo veneno”, una zamba de Flavio Cruz quién subió al escenario a tocar, y “Bien haiga las dudas”, una chacarera de Pepe Nuñez y Lucho Hoyos, entre otros. Los aplausos, el baile y el vino completaron la noche. El show transcurrió durante una hora y media y Los Wilkas dijeron: “Gracias por interesarse en la música independiente, de la forma en la que lo hacen, no es frecuente encontrarse con medios de Buenos Aires por el interior y ya ven que hay mucha cultura por transmitir” Seguimos conociendo, hasta la próxima.
Padilla María Paz Los Wilkas en tucultura.com.ar

domingo, 16 de agosto de 2009

Callejeros va a tocar

Hasta la próxima
“La banda es inocente, ojalá en el juicio salga todo bien”. La frase se escuchó algunas veces, cuando los medios sacaron el tema a la salida del recital que durante dos horas brindó Callejeros para 15 mil personas en el predio del Club Estudiantes de Olavarría. Pero no se repitió tanto como se especulaba. Tanto arriba, como abajo del escenario la energía fue positiva. No hubo palabras de despedida y solo algunas lágrimas sobre el final; a cuatro días de la sentencia del juicio por la tragedia de Cromañón, solo se recordó a las 194 víctimas con canciones, globos y cantos, pero no se habló de penas, ni de condenas. Cuando el sol ya se había escondido y “callejeros” de todo el país ocupaban el terreno de 400 metros de largo, por 150 de ancho, “Pato” Fontanet dio comienzo al show que para algunos fue una despedida, para otros, una provocación y para la gran mayoría, solo un “hasta luego”. Sus palabras, escasas y esquivas, lo demostraron: “Así fue, así es y así será. Hasta la próxima”, dijo el líder del grupo en la recta final del encuentro, una de las pocas veces en las que habló. Desde las pantallas laterales, una imagen con la frase “Juzgado de los invisibles” era la única señal que, a simple vista, permitía recordar que un final está próximo. “Inocentes, inocentes”, corearon las 15 mil almas presentes, mientras volaban globos para recordar a los 194 seguidores del grupo de Villa Celina que el 30 de diciembre de 2004 perdieron la vida en el local de Once. Para ellos fue la primera canción, “Los invisibles”, con la que se desató el pogo, se desplegaron las banderas y se levantó la tierra del campo de deportes, al que por olvido, quizá, los organizadores no cubrieron con lonas como se suele hacer. El aliento de los seguidores se reflejó en las remeras, donde se leyó la tan repetida consigna “Basta de culpar a Callejeros”, los cantos -“Ni la bengala, ni el rocanrol, a nuestros pibes los mató la corrupción”- y panfletos repartidos a la salida del recital, donde por primera vez alguien, desde el papel instalaba el tema del juicio y hablaba de un Tribunal que el miércoles daría su veredicto. Cruzando las vallas Casi sin respiros, Callejeros cantó "Un viento mejor", "El lugar perfecto", "Sueño", "Presión", "9 de Julio", "Una nueva noche fría", "Tan perfecto que asusta", “Medallón naranja”, “Fantasía o realidad”, “Creo”, “Ilusión”, “No volvieron más”, “Prohibido”, “Sé que no sé”, “Ojalá se los lleve”, “Rompiendo espejos”, “Imposible” y otras 20 canciones. Como si se tratara de un peligroso grupo de fanáticos, la Policía montó un operativo riguroso en la entrada al predio: hasta las pertenencias más mínimas quedaron afuera, ocupando un container en el que los efectivos, con cara de pocos amigos, arrojaban hebillas, cinturones y encendedores. “Saquen la marihuana, chicos”, gritaron algunos vecinos, que aprovecharon los balcones de su casa para mirar el show. Tres veces, durante la espera, una voz indicó las salidas de emergencia -cinco de 18 metros cada una-, como si una y luego dos, no hubieran sido suficientes y los silbidos respondieron desde el campo en repudio a las reiteradas advertencias. La ciudad se inundó, por un día, de fanáticos que se instalaron en las plazas, campings y hoteles. En la terminal de ómnibus, tirados en el piso, tapados y enredados entre sí cientos de ellos esperaron un colectivo que los llevara de vuelta a sus vidas, con la duda presente, con la incertidumbre de no saber si ese sería el último ritual que compartirán junto a la banda.

jueves, 13 de agosto de 2009

Un abrazo para Sueiro

No es el mismo de "que Sueiro apague la luz", se trata de un amigo mio. No me conoce pero nos llevamos bien. Leí su nombre por primera vez cuando tuve entre mis manos el tercer disco de LPDA y quise saber si Piti había escrito esa hermosa poesía o quién. Lo repetí algunas veces y la última fue en Atenas, cuando conocí a Juanchi, otro amigo que sí me conoce, pero no me considera su amiga. Ese día, además de agradecerle la gaseosa de durazno, le di la peor noticia: la que consideraba "la mejor canción de las Pastillas" ya no era de ellos, sino de este señor, Alberto Sueiro, a quien le llegó su merecido reconocimiento.
En la revista Soy Rock de agosto, después una extensa pero inútil nota a la banda, un recuadro dice:

Alberto Sueiro, taxista "Como Los Piojos y el Potro Rodrigo, Las Pastillas del Abuelo también le dedicaron un tema a Diego Armando Maradona, a diferencia de las otras canciones de Crisis, "¿Qué es Dios?" no lleva la firma de ningún integrante del grupo, sino de Alberto Sueiro, un poeta amigo que trabaja de taxista y que llegó por casualidad a la vida de Piti. "Es súper loco. Hace cuatro años y medios nosotros estábamos llevando cuatro gambas y haciendo mal las cosas cuando me subo a un taxi. El tachero me empieza a hablar, me pregunta a qué me dedico y ahí yo le cuento que estaba de cadete pero que escribía, que hacía canciones, que tenía una banda. Ahí él me dice `Yo también escribo. ¿Querés que te recite algo?´. Y empezó: `Bajo una mano del cielo y acariciando su pelo...´. Al principio me chocaba que rimaba todo y al toque empecé a entender que era el fútbol y que hablaba de la pelota. Cuando terminó `...por tu milagrosa mano y el milagro de tus pies. Muchas gracias señor dios, muchas gracias señor diez´, yo ya estaba con la mandíbula por el piso, llorando y ahí le dije: `Esto es lo mejor que se escribió para el Diego, dame tu teléfono que nos paramos los dos, yo tengo una banda y vos tenés un taxi´. Y me dio el teléfono, y yo después en mi locura, lo perdí", recuerda el cantante. Por suerte la historia tuvo final feliz: "Tres años después, nosotros ya estábamos haciendo los Teatros y empezando a dejar los laburos, cuando un plomo nuestro se tomó el mismo taxi. Al subirse le preguntó lo mismo `¿De qué laburas che?´. Y él le contó lo que hacía. `¿Así que laburás con Las Pastillas del Abuelo? Entonces decíle a Piti que es un tránfuga´. Pero el pibe le pidió el teléfono de vuelta y cuando nos volvimos a ver me dijo: `No se la di a nadie ¿eh?´. Y ahora ya es un invitado. Hoy estuvo por acá porque estamos adaptando otro tema. Escribe de puta madre y en algún momento va a sacar un libro porque es una máquina de producir poesía".